domingo, 24 noviembre, 2024
Noticias
Si fuera solo por los números, su importancia no tiene discusiones: 35 % de la producción mundial de alimentos depende de la polinización animal, un valor estimado en al menos US$ 577.000 millones al año.
De unas 308.000 especies de plantas silvestres, 87,5 % dependen al menos en parte de esa polinización. Abejas, aves, mariposas, moscas, murciélagos y otros mamíferos cumplen esa función vital para su salud, la de los ecosistemas, las cadenas alimenticias y los humanos.
Más del 90 % de las principales cultivos son visitados por las abejas, 30 % por moscas y 6 % por los demás taxones (categorías taxonómicas).
Pero 80 % de la polinización de los principales productos agrícolas es hecha por solo 2 % de las especies de abejas. La especie más conocida es la Apis mellifera.
Una actividad amenazada a tal punto que ameritó un pronunciamiento de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes).
La deforestación, el deterioro de ecosistemas, las prácticas agrícolas inadecuadas, las plantas modificadas y hasta el cambio climático están entre los principales factores que diezman las poblaciones.
No hay una lista roja global de polinizadores en peligro, pero en Europa 9 % de las especies y 37 % de las poblaciones de abejas se están reduciendo, careciéndose de información sobre 57 % de estas.
El acusado principal
Las culpas pueden estar divididas, pero las miradas y los estudios se centran cada vez más en sustancias químicas y dentro de estas en los neonicotinoides, principio activo de varias formulaciones.
En su declaración, el Ipbes se refería a evidencias de los efectos letales y subletales de este químico, usado ampliamente en el mundo, incluyendo Colombia, así hoy empiece a prohibirse en varios países.
Son insecticidas sistémicos. A diferencia de otros productos que quedan en las superficies, estos son transportados por toda la estructura: raíces, tallos, hojas, flores, polen y néctar.
Si bien no siempre matan los insectos, producen una serie de efectos. Según la especie, el químico puede hacer que coman menos, alterar los ciclos de reproducción, el vuelo y la navegación, lo que reduce el bienestar general y afecta la colmena como tal.
John Jairo Idárraga, docente e investigador en el apiario de la Nacional sede Medellín explica que “ellas tienen un sentido de orientación impresionante. Y esos neonicotinoides hacen que lo pierdan. La abeja sale y hace una ruta de vuelo, para volver a su casa pierden la ruta, no son capaces de hacerla y se extravían para llegar a la caja o ir a la fuente de alimentos”.