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¿Por qué están desapareciendo las abejas?

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Si fuera solo por los números, su importancia no tiene discusiones: 35 % de la producción mundial de alimentos depende de la polinización animal, un valor estimado en al menos US$ 577.000 millones al año.

De unas 308.000 especies de plantas silvestres, 87,5 % dependen al menos en parte de esa polinización. Abejas, aves, mariposas, moscas, murciélagos y otros mamíferos cumplen esa función vital para su salud, la de los ecosistemas, las cadenas alimenticias y los humanos.

Más del 90 % de las principales cultivos son visitados por las abejas, 30 % por moscas y 6 % por los demás taxones (categorías taxonómicas).

Pero 80 % de la polinización de los principales productos agrícolas es hecha por solo 2 % de las especies de abejas. La especie más conocida es la Apis mellifera.

Una actividad amenazada a tal punto que ameritó un pronunciamiento de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes).

La deforestación, el deterioro de ecosistemas, las prácticas agrícolas inadecuadas, las plantas modificadas y hasta el cambio climático están entre los principales factores que diezman las poblaciones.

No hay una lista roja global de polinizadores en peligro, pero en Europa 9 % de las especies y 37 % de las poblaciones de abejas se están reduciendo, careciéndose de información sobre 57 % de estas.

El acusado principal

Las culpas pueden estar divididas, pero las miradas y los estudios se centran cada vez más en sustancias químicas y dentro de estas en los neonicotinoides, principio activo de varias formulaciones.

En su declaración, el Ipbes se refería a evidencias de los efectos letales y subletales de este químico, usado ampliamente en el mundo, incluyendo Colombia, así hoy empiece a prohibirse en varios países.

Son insecticidas sistémicos. A diferencia de otros productos que quedan en las superficies, estos son transportados por toda la estructura: raíces, tallos, hojas, flores, polen y néctar.

Si bien no siempre matan los insectos, producen una serie de efectos. Según la especie, el químico puede hacer que coman menos, alterar los ciclos de reproducción, el vuelo y la navegación, lo que reduce el bienestar general y afecta la colmena como tal.

John Jairo Idárraga, docente e investigador en el apiario de la Nacional sede Medellín explica que “ellas tienen un sentido de orientación impresionante. Y esos neonicotinoides hacen que lo pierdan. La abeja sale y hace una ruta de vuelo, para volver a su casa pierden la ruta, no son capaces de hacerla y se extravían para llegar a la caja o ir a la fuente de alimentos”.

El resultado es crítico: “Si un insecticida es muy fuerte, la abeja va a morir en el campo, pero no si la dosis es menor. Todos los insecticidas y plaguicidas tienen que tener una prueba con abejas, si las mata, no se aprueba. ¿Qué es lo que hacen esas multinacionales? Dosis más pequeñas a la dosis de muerte. Son supletarias. La abeja consume pero no se muere, acumula esa sustancia en el organismo y la lleva al nido. La miel, el polen, la jalea real, las otras abejas, todo se contamina. Siendo muy bravo, lo mejor es que mate la abeja por fuera para que no contamine la caja”.